martes, 20 de julio de 2010

miércoles, 31 de marzo de 2010

La arena incandescente.

Sentíamos la arena entre nuestros dedos, los granos rozando la plantas de nuestros pies. Mi callo del pie derecho se sentía en el paraíso cuando el agua nos alcanzaba al refrescarse del calor de la superficie. Te voltee a ver y miradas absorta el horizonte. ¿Qué piensas? te pregunte viendo la espuma del mar a sabiendas de que no pensabas nada.
En todo- dijiste tu para mi sorpresa como queriendo susurrar sin lograrlo.
Después callamos. Yo trate de buscar algo en que hablar pero no logre encontrar un tópico, mientras tu pensabas en todo aunque aun tengo la idea de que tu mente estaba en blanco. La temperatura de la arena se tornaba insoportable.
El sol quemaba nuestra piel. Las nubes habían decidido tomarse el día libre. La marea aumentaba lentamente. Tu no dejabas de observar el horizonte. No se porque, no le veía lo interesante.
Deberíamos meternos- comente noseporque.
No se nadar creo que me dijiste.
Yo tampoco se-conteste.
Caminamos directo hacia el horizonte que observabas. Cuando el nivel del agua alcanzo tu cuello tomaste mi mano. Me volteaste a ver a los ojos por primera vez en mucho tiempo. Permanecí quieto esperando observar una sonrisa que nunca llego. Me olvide del ardor que sufrían mis pies.
El agua te cubrió por completo. Después a mi. No me soltaste, ni yo a ti. Nada nos detuvo, seguimos adentrándonos.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Él, su navío, la mar, sus tormentas y sirenas. Pt.2

Y conforme pasaban los minutos él se perdía cada vez más dentro de esas aguas que le eran desconocidas. En un principio todo dentro de el era incertidumbre y miedo pero conforme avanzaban las horas y el navío se dirigía hacia cualquier lugar la tranquilidad invadió su cuerpo sobre todo al recordar a esas mujeres y esas tierras lejanas que le habían presumido y posteriormente prometido. Pasaron semanas donde se dedico al ocio y su consecuente meditación que conlleva hasta que nuestro navegante se dio cuenta de que llevaba todo el viaje en abstinencia sumándole un par desde días en tierra a esta cuenta.

En casa solía visitar con una periodicidad a una de las prostitutas del pueblo desde muy corta edad. Nunca se había masturbado. No le encontraba sentido alguno a la autosatisfacción, él siempre había sido partidario de la interacción sexual así como de la actividad física continua. Ahora se veía en la penosa necesidad de abandonar sus creencias y rendirse a los placeres autodidácticos. Años atrás, durante su pubertad y adolescencia había intentado en continuas ocasiones el arte de la estimulación solitaria sin alcanzar el objetivo final. Tal vez era por culpa de su escasa imaginación o por que el tacto de sus callosas manos no ayudaba en lo mas mínimo pero nunca había podido venirse en solitario pero ahora no tenia mas opción que esa. Comenzó a intentarlo, los minutos pasaron y su pene se erguía imponente y a pesar del veloz ritmo utilizado la eyaculación no llegaba mas si la desesperación del aparente orgasmo imposible.

Los recuerdos de las experiencias con su prostituta de cabecera no ayudaban para mucho. Hizo uso de todos sus recuerdos, las piernas de ella en sus hombros, las piernas de ella en su hombro derecho, en su hombro izquierdo. En la cama, en las plantas, en la tierra, en el lodo. Nada. Ni el imaginar la lengua de su prostituta predilecta saboreando su glande servía de estimulación. Cuando estaba apunto de darse por vencido como por iluminación divina recordó cuando escuchaba los berreos provenientes de la casa contigua a la suya. De pequeño había noches en las que a escondidas abandonaba su cama para dirigirse a la casa de al lado para asomarse por la ventana y así poder observar el coito de la joven pareja habitante y poderse deleitar con la mirada de la mujer de tan solo 17 que siempre se posaba sobre él. Con esto su pene alcanzo proporciones nunca antes vistas, su excitación niveles jamás imaginados y la eyaculación dirigida al mar, una distancia considerable. Gracias a esto, la masturbación se volvió parte primordial del viaje de él. Se practicaba con continuidad, la sonorización siempre era la misma, la imagen cambiaba, cada vez era una supuesta sirena diferente, esas que no tardaría en encontrar en cualquier momento. Siempre terminaba sobre el mar, para no ensuciar su velero a la par de para crear una comunión con este, que a la par se encargaba de diluir el semen en su agua salada para darle a entender a él la insignificancia de sus fluidos y de cada uno de sus actos.

El sol opacado por inmensas nubes parecía anunciar el medio día, él practicaba su quinta masturbación del día dedicada a esas mujeres que le eran desconocidas pero que gracias al poder de su imaginación ahora le resultaban tan familiares. El acto se vio entorpecido por el movimiento brusco del velero. Él sintió nauseas y desconcierto. Sobra decir que la culminación no llego gracias el agua comenzó a invadir el velero. Desesperado trato inútilmente de sacar el agua tan solo con sus manos. Cuando en verdad se dio cuenta de lo inútil de lo de su intento fue cuando el su velero comenzó a inundarse a un ritmo mas acelerado gracias a el agua proveniente del cielo.

La fuerte marea ya no era la única que se encargaba de esta tarea. Gracias al placer autónomo, él había pasado por alto la tormenta que se encontraba frente a si. Trato de dirigir sus velas para ir a la dirección opuesta pero de nada sirvió. Su nulo conocimiento sobre la navegación no fue precisamente de ayuda. Se dio cuenta de que moriría. Nadie sabia donde se encontraba. Había abandonado todo por unas sirenas de las cuales ni siquiera estaba seguro que existieran.

La tormenta arrecio. La marea a cada instante era mas agresiva. Su navío se volcó. Cayó al mar. Se hundió lentamente a pesar de sus intentos por evitarlo. Se dio por muerto. Vio nadar frente a si a una mujer desnuda, de pechos portentosos, silueta perfecta, sonrisa delicada, mirada profunda. Era tal y como una de las que había imaginado para su placer. Parecía que su sonreír provenía del placer de observar la desesperación en el rostro de él. Se alejo sin dejarlo de observar. Él la observo a la distancia hasta perder el conocimiento gracias a la falta de oxigeno en sus pulmones. Esto es lo que pasa cuando dejas todo por una ilusión. Por una mujer. O en este caso, por varias. Siempre terminas por pagar tu osadía.

lunes, 22 de febrero de 2010

Mi juguete.

Cuando era niño tenia un juguete que siempre me pareció, por decirlo de alguna manera, bastante especial. No podía estar sin el. Berreaba en su ausencia y solo su presencia me permitía conciliar el sueño.

Luego me lo pedían pero yo nunca estuve dispuesto a prestarlo. Era mió y de nadie mas. Gracias a ese juguete me volví un niño solitario. No necesitaba compañía. Solo con ese juguete lograba sentirme feliz. Aparentemente lo único que yo deseaba era poder sostenerlo en mis manos todo el tiempo.

Un día lo perdí. Una búsqueda desesperada e intensiva por horas me llevo tan solo una exhaustiva rendición. Nunca he llorado tanto por algo. Ha sido la gran perdida de mi vida. Llegaron otros juguetes pero ninguno como aquel. Nunca mas volví a jugar. Permití que un detalle arruinara mi infancia. Y es hasta ahora que me doy cuenta de mi error... ya que pensándolo bien, el pinche juguete no valía la pena.

Él, su navío, la mar, sus tormentas y sirenas. Pt.1

Él, hombre a la mitad de sus veintes. Piel dorada, de ese tono que solo poseen aquellos que viven en costa. Habitante de una pequeña isla cuyo nombre sobra mencionar ya que no existe porque esto es ficción y en caso de existiera sobraría decirlo ya que nadie la conocería.

Y él vivía en plenitud hasta que un día como cualquier otro, tan intrascendente como el mejor día de tu vida, entre trago se dispuso a hablar con un viejo igual de borracho que el, un hombre de aspecto sórdido con el que nunca se había encontrado, algo extraño en un pueblo tan pequeño y este le platico acerca de los supuestos viajes que había realizado aprovechándose de que él solo conocía su tierra natal y toda su vida había tenido que conformarse con la contemplación de la inmensidad del mar. Y le hablo de tierras lejanas, pobladas, divertidas, frenéticas y perversas, platico de lo que algunos habitantes llamaban sirenas, mujeres hermosas de todos los colores y si uno probaba su coño y sudor podría enterarse que hasta poseían diversidad de sabores. Él dudoso pero excitado por las descripciones mencionó que una mujer con extremidad de pez no le resultaba excitante bajo ningún aspecto ante lo cual el hombre de mar contesto que no existían mujeres con tales colas, que estas eran como cualquier otra, con su vagina y sus dos piernas. Y de estas y otras cosas le hablo el hombre, cada igual o menos maravillosa que la antes descritas pero él solo se concentraba en esas mujeres variadas de tierras extrañas. El viejo corto sus narraciones para ofrecerle un pequeño navío que tenia en venta, uno no tan grande para llegar a barco ni tan pequeño para ser considerado lancha, salieron de lo que podríamos llamar cantina y caminaron hacia la costa y observaron la ya mencionada embarcación, el trato se cerro de regreso en la cantina con mas alcohol sobre la barra y dentro de sus cabezas dejando a él sin su ganancia semanal cosa que no fue impedimento para que la fiesta siguiera, la gente salía, la gente entraba, el sol se ponía y desaparecía y continuo hasta que el viejo del navío dijo que iba a miar ya para nunca regresar dejando a él solo en la barra y con dos cuentas por pagar.

Pasaron los días, él se despertaba, salía al trabajo, cortaba árboles y los convertía en madera, llegaba a casa, jodido y sudado, llegaba a su casa a cenar con su madre, conejo, pollo, pato, hierbas o en otros casos puro caldo. Hablaban del trabajo y de uno que otro chisme de los pocos vecinos. Y así una y otra vez y otra vez y otra vez hasta que un día él se despertó, salio hacia el trabajo, pensando en los árboles que terminarían en madera y después en una silla que después quedarían en el olvido junto a quien sabe cuanta mas mierda, regreso a casa y mientras su madre dormía en un costal metió todos los alimentos que encontró, salio encaminándose rumbo a la costa arrepentido de no dejar ni siquiera una carta de adiós. Subió a su velero, porque eso era mas el no lo sabia y después de minutos de practica logro entender como funcionaba la embarcación y así fue como él se adentro a la mar dispuesto a jamás regresar.

jueves, 11 de febrero de 2010

Vuelo.

Me subo al avión. Tomo asiento y me retiro los lentes de sol. Suspiro mientras la azafata se acerca sonriendo y yo no puedo mas que ver en sus piernas años de perversión. Despega el avión. Ya no recuerdo ni a donde se supone que voy. Me duele las espalda, las tripas y el esternón. Me siento ansioso y no para la comezón. Me rasco hasta que sangro y mancho mi pantalón. Saco pastillas, cada una de diferente color. Supuestamente me ayudan, yo solo noto que me llevan a mi colofón. Un cabrón ronca en algún lugar a mi alrededor. Me levanto al baño y aprovecho para darle un buen bofetón. Ya en soledad trago píldoras de la medicina que me mando el doctor. De la nada, se me para como cuando desnuda solía verte. Me masturbo mientras empieza la turbulencia, la cual crece y crece, como mi demencia. En picada el avión a la nada se abalanza. Te prometo que la próxima oirás un adiós al menos desde la ventana. Escucho berreos, gracias a los cuales me vengo gritando "ah, que belleza". A la par el avión contra la mar se estrella.

El baile.

-Es que contigo todo es tan raro. Tan diferente. No se. No se. No tengo idea de que sea. Es como si siempre fueras un paso adelante de mi. Como si ya hubieses vivido todo y maliciosamente tomaras ventaja de ello tan solo con el fin de hacerme ver mi suerte. Todo lo referente a ti es tan extraño. Sobre todo tu baile. Tu unodos que manejas como nadie y ni siquiera hablare de tu trescuatro. Cuando bailas me haces sentir como si nada existiera, me delito con el hermoso sentimiento de desprenderse del pasado de no pensar en el futuro valiendo verga el presente. Si no fuera por tu baile no se donde estaría.
-No se donde estaria porque tu movimiento es lo que me hace permanecer en la tierra y no perderme en los reconditos espacios del caos y la desesperación. La dulzura de tus pasos es aquello que aleja los tormentos y purifica mis pensamientos. Sin tu baile perdería la razón, irónicamente el mismo me vuelve loco. Tal vez solo es que no tengo escapatoria pero eso no es lo que me interesa. Lo que me importa es nunca perderme el más leve movimiento tuyo que me envuelve en estupor entre tanta ternura e inocencia como ornamento de tu sonrisa la cual me hace ver la inocencia de una infanta atrapada en el cuerpo de una mujer que baila sin importarle lo lascivo de mis miradas.
-Te pones tan frenética como si fuera tu única manera de expresar todo lo que traes dentro. Lo peor de todo es que me contagias y no encuentro manera de demostrarlo. No tengo el ritmo y sobre todo nunca te podría seguir el paso. Estas demasiado llena de vida para mi. Por momentos pienso que absorbes mi energía y la haces tuya y de ahí esas sensaciones tan opuestas que nos dominan. Tarde o temprano tu baile va a terminar por matarme.