miércoles, 24 de febrero de 2010

Él, su navío, la mar, sus tormentas y sirenas. Pt.2

Y conforme pasaban los minutos él se perdía cada vez más dentro de esas aguas que le eran desconocidas. En un principio todo dentro de el era incertidumbre y miedo pero conforme avanzaban las horas y el navío se dirigía hacia cualquier lugar la tranquilidad invadió su cuerpo sobre todo al recordar a esas mujeres y esas tierras lejanas que le habían presumido y posteriormente prometido. Pasaron semanas donde se dedico al ocio y su consecuente meditación que conlleva hasta que nuestro navegante se dio cuenta de que llevaba todo el viaje en abstinencia sumándole un par desde días en tierra a esta cuenta.

En casa solía visitar con una periodicidad a una de las prostitutas del pueblo desde muy corta edad. Nunca se había masturbado. No le encontraba sentido alguno a la autosatisfacción, él siempre había sido partidario de la interacción sexual así como de la actividad física continua. Ahora se veía en la penosa necesidad de abandonar sus creencias y rendirse a los placeres autodidácticos. Años atrás, durante su pubertad y adolescencia había intentado en continuas ocasiones el arte de la estimulación solitaria sin alcanzar el objetivo final. Tal vez era por culpa de su escasa imaginación o por que el tacto de sus callosas manos no ayudaba en lo mas mínimo pero nunca había podido venirse en solitario pero ahora no tenia mas opción que esa. Comenzó a intentarlo, los minutos pasaron y su pene se erguía imponente y a pesar del veloz ritmo utilizado la eyaculación no llegaba mas si la desesperación del aparente orgasmo imposible.

Los recuerdos de las experiencias con su prostituta de cabecera no ayudaban para mucho. Hizo uso de todos sus recuerdos, las piernas de ella en sus hombros, las piernas de ella en su hombro derecho, en su hombro izquierdo. En la cama, en las plantas, en la tierra, en el lodo. Nada. Ni el imaginar la lengua de su prostituta predilecta saboreando su glande servía de estimulación. Cuando estaba apunto de darse por vencido como por iluminación divina recordó cuando escuchaba los berreos provenientes de la casa contigua a la suya. De pequeño había noches en las que a escondidas abandonaba su cama para dirigirse a la casa de al lado para asomarse por la ventana y así poder observar el coito de la joven pareja habitante y poderse deleitar con la mirada de la mujer de tan solo 17 que siempre se posaba sobre él. Con esto su pene alcanzo proporciones nunca antes vistas, su excitación niveles jamás imaginados y la eyaculación dirigida al mar, una distancia considerable. Gracias a esto, la masturbación se volvió parte primordial del viaje de él. Se practicaba con continuidad, la sonorización siempre era la misma, la imagen cambiaba, cada vez era una supuesta sirena diferente, esas que no tardaría en encontrar en cualquier momento. Siempre terminaba sobre el mar, para no ensuciar su velero a la par de para crear una comunión con este, que a la par se encargaba de diluir el semen en su agua salada para darle a entender a él la insignificancia de sus fluidos y de cada uno de sus actos.

El sol opacado por inmensas nubes parecía anunciar el medio día, él practicaba su quinta masturbación del día dedicada a esas mujeres que le eran desconocidas pero que gracias al poder de su imaginación ahora le resultaban tan familiares. El acto se vio entorpecido por el movimiento brusco del velero. Él sintió nauseas y desconcierto. Sobra decir que la culminación no llego gracias el agua comenzó a invadir el velero. Desesperado trato inútilmente de sacar el agua tan solo con sus manos. Cuando en verdad se dio cuenta de lo inútil de lo de su intento fue cuando el su velero comenzó a inundarse a un ritmo mas acelerado gracias a el agua proveniente del cielo.

La fuerte marea ya no era la única que se encargaba de esta tarea. Gracias al placer autónomo, él había pasado por alto la tormenta que se encontraba frente a si. Trato de dirigir sus velas para ir a la dirección opuesta pero de nada sirvió. Su nulo conocimiento sobre la navegación no fue precisamente de ayuda. Se dio cuenta de que moriría. Nadie sabia donde se encontraba. Había abandonado todo por unas sirenas de las cuales ni siquiera estaba seguro que existieran.

La tormenta arrecio. La marea a cada instante era mas agresiva. Su navío se volcó. Cayó al mar. Se hundió lentamente a pesar de sus intentos por evitarlo. Se dio por muerto. Vio nadar frente a si a una mujer desnuda, de pechos portentosos, silueta perfecta, sonrisa delicada, mirada profunda. Era tal y como una de las que había imaginado para su placer. Parecía que su sonreír provenía del placer de observar la desesperación en el rostro de él. Se alejo sin dejarlo de observar. Él la observo a la distancia hasta perder el conocimiento gracias a la falta de oxigeno en sus pulmones. Esto es lo que pasa cuando dejas todo por una ilusión. Por una mujer. O en este caso, por varias. Siempre terminas por pagar tu osadía.

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